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“Una Base Segura”

  • Causa Psi
  • 31 oct 2016
  • 5 Min. de lectura

J. Bowlby parte del trabajo e investigación con niños carentes de afectividad, siendo la Organización Mundial de la Salud quien le encarga un informe sobre la salud mental de los niños sin hogar de Europa de la posguerra, donde concluyó que el desarrollo normal requiere que el niño experimente una relación afectiva, íntima y continua con su madre (o figura sustituta permanente), en la que ambos se encuentren satisfechos y disfruten. Colabora con él, Mary Ainsworth que contribuye al concepto de la figura de apego como base segura a partir de la cual el niño puede explorar su mundo.

Se entiende por apego a toda forma de conducta en la que un individuo consigue o mantiene proximidad con otra persona que es considerada, en general, más fuerte y/o más capacitada para enfrentar al mundo. El apego es una conducta instintiva, pre programada con un claro valor adaptativo y tiene una importante función evolutiva y es la de protección: la cría que no se apegaba a la madre inevitablemente moría por los depredadores, el clima, el hambre.

El comportamiento de apego es especialmente evidente durante la temprana infancia; incluye el llanto y la llamada (que dan lugar a asistencia, o cuidados), el seguimiento y la búsqueda, y también una intensa protesta si el niño se queda solo o con personas extrañas. Se trata de un sistema organizado de emociones y conductas que aumenta la probabilidad de que el niño establezca un vínculo afectivo de proximidad y el contacto un individuo -cuidador principal- que le ofrece protección; un niño “está apegado o que tiene apego a alguien significa que está absolutamente dispuesto a buscar la proximidad y el contacto con ese individuo, y a hacerlo sobre todo en circunstancias específicas. Para esto es necesario un individuo –madre/figura primaria/otro significativo- que promueva protección ante el estado de vulnerabilidad del niño, que interprete adecuadamente sus necesidades y demandas y promueva acciones calmantes a sus desbordes y angustias. Una vez apegado, el niño utiliza a la figura principal como base segura para la exploración del ambiente y como refugio al que retornar ante una situación de peligro. Los niños buscan una base segura en momentos de amenaza, peligro, enfermedad, cansancio o luego de una separación. Cuando la sensación de peligro ha pasado, la búsqueda de apego desaparece, pero sólo si la figura de apego está presente o accesible el niño puede sentirse seguro. El modelo de Bolwby

John Bowlby postuló que los bebés nacen con una tendencia natural a buscar y establecer lazos emocionales íntimos con individuos determinados, dándole así una centralidad en el desarrollo de la personalidad a los vínculos afectivos, a su calidad y a su estabilidad. La teoría plantea que esta necesidad de vínculo estable y selectivo se expresa tempranamente a través de diversos sistemas de conductas, que permiten establecer mecanismos de regulación del alejamiento-cercanía de sus figuras de cuidado.

Sistemas” relacionales de expresión conductual del apego en el niño

1. El sistema de conductas de apego se refiere a todas aquellas conductas que están al servicio del mantenimiento de la proximidad y el contacto con las figuras de apego (sonrisas, lloros, contactos táctiles, etc.). Se trata de conductas que se activan cuando aumenta la distancia con la figura de apego o cuando se perciben señales de amenazas, poniéndose en marcha para restablecer la proximidad.

2. El sistema de exploración está en estrecha relación con el anterior, ya que muestra una cierta incompatibilidad con él: cuando se activan las conductas de apego disminuye la exploración del entorno.

3. El sistema de miedo a los extraños muestra también su relación con los anteriores, ya que su aparición supone la disminución de las conductas exploratorias y el aumento de las conductas de apego.

4. Por último, y en cierta contradicción con el miedo a los extraños, se encuentra el sistema afiliativo, que se refiere al interés que muestran los individuos, no sólo de la especie humana, por mantener proximidad e interactuar con otros sujetos, incluso con aquellos con quienes no se han establecido vínculos afectivos.

Observaciones sobre bebés y sus familias durante los dos primeros años de vida, puso de manifiesto que el tipo de vínculo que los niños establecían con sus padres, dependía fundamentalmente de la sensibilidad y capacidad de respuesta del adulto con respecto a las necesidades del bebé. Mary Ainsworth, estudió las diferencias en la calidad de la interacción madre-hijo y su influencia sobre la formación del apego. Encontró patrones de apego:

1- Apego seguro dada por las circunstancias en las que un niño puede recurrir a sus padres en busca de apoyo y cuidado, de modo accesible, frente a circunstancias adversas. Esta pauta favorece la exploración del entorno, permitiendo el desarrollo del juego, el contacto con los pares y las actividades sociales, sin presentarse la necesidad de proximidad continua. Para ello la madre especialmente tendrá que poder captar las necesidades del niño, garantizándole la seguridad del cuidado en caso que lo necesite. Han gozado de experiencias coordinadas, sensibles, raramente sobre-estimulantes y en las que el cuidador es capaz de restablecer la tranquilidad. Estos niños exploran rápidamente en presencia del cuidador, muestran ansiedad ante un extraño y lo evitan, se angustian cuando el cuidador se va, buscan contacto cuando éste vuelve, calmándose y volviendo a la exploración. Las personas con estilos de apego seguro, son capaces de usar a sus cuidadores como una base de seguridad cuando están angustiados. Ellos tienen cuidadores que son sensibles a sus necesidades, por eso, tienen confianza que sus figuras de apego estarán disponibles, que responderán y les ayudarán en la adversidad. En el dominio interpersonal, tienden a ser más cálidas, estables y con relaciones íntimas satisfactorias, y en el dominio intra-personal, tienden a ser más positivas, integradas y con perspectivas coherentes de sí mismo. De igual forma, muestran tener una alta accesibilidad a esquemas y recuerdos positivos, lo que las lleva a tener expectativas positivas acerca de las relaciones con los otros, a confiar más y a intimar más con ellos

2- Apego inseguro:

  • Apego ansioso-resistente (también llamado ambivalente), frente a la cual el individuo se encuentra inseguro por la ambigüedad del vínculo con el progenitor, quien en ocasiones se encuentra accesible y colaborador y en otras distante y rechazante. Los sentimientos y amenaza de abandono favorecen este tipo de relaciones generando fuerte ansiedad e irritación por quien la padece y obstaculizando la posibilidad de exploración del entorno. El niño realizaba una exploración mínima en presencia de la madre, tenía una respuesta muy intensa a la separación, ambivalencia en el reencuentro y gran dificultad para ser.

  • Apego ansioso-evitativo (o elusivo) se caracteriza por la falta de confianza por parte del individuo frente a la posibilidad de encontrar cuidado y apoyo de otras personas ya que espera ser relegado. Esto puede generar posibles dificultades en el desarrollo de la personalidad, propiciado por los constantes rechazos de la madre hacia el niño, en situaciones de necesidad y desvalimiento por parte de éste. Han sufrido experiencias en las que no se les ha calmado o han sido sobre-estimulados por conductas parentales intrusivas e intensas, manteniendo poco contacto físico con el hijo.

  • Apego desorganizado Esta pauta de apego se ha identificado en estudios recientes en niños que han tenido un cuidador al que temían y que les re aseguraba al mismo tiempo (conflicto entre el temor y el apego). Parece guardar relación con alguna experiencia traumática de apego de la madre durante su infancia o etapa adulta que aún no ha resuelto.

El apego es importante para el establecimiento de relaciones amorosas en la vida adulta. Aquellos sujetos que tienen una mejor historia de apego es más probable que tengan relaciones amorosas más satisfactorias y estables y confíen más en la pareja. Esta influencia es justificable, ya que es en la relación con la figura de apego cuando se aprende a tocar y ser tocados, mirar y ser mirados, etc. Es decir, se aprende a comunicar de manera íntima y lúdica, algo que será esencial en las relaciones sexual-amorosas. El modelo interno activo de las personas adultas está conformado por el recuerdo de las experiencias de apego durante su infancia así como por la valoración de estas experiencias. No se trata de evaluar las experiencias objetivas del sujeto sino la interpretación y elaboración que hace de las mismas.


 
 
 

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